Sesión de tarde de discoteca con 16 años. Llegan las lentas: toca sentarse en butaca o esconderse en baño (lo que sueles hacer dada tu inseguridad de la época). El olor te hace decantarte por la butaca.
Chico que te pide a bailar. Amiga: “¿Por qué le dijiste que no? Era muy guapo”. A la vez que lo llama: “Chico, mi amiga sí que baila". Tras esta situación infantil, agarrados bailando:
Chico: ¿Cómo te llamas?
Poli: A
Chico: ¿Dónde vives?
Poli: B
Chico: ¿Qué estudias?
Poli: C
Chico: ¿Te quieres enrollar conmigo?
Poli: D = No.
Chico se esfuma, ni siquiera tiene la delicadeza de esperar a que termine de sonar la canción. Te quedas en mitad de la pista, estúpida, inmóvil, en silencio (como en el anuncio de las hemorroides) y corres al lado de tu amiga para que te consuele de la situación que ella provocó.
Moraleja: En los sitios de buitreo hay más mierda fuera del baño que dentro, aunque fuera huela a Calvin Klein.
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